miércoles, 18 de julio de 2012

Alda Merini

“Me reconozco como tantos, inclinada sobre un altar, para ser comida quien sabe por quién”
Alda Merini

Vivir bajo las sombras de la mente, vivir entre la locura y la lucidez, habitar los manicomios y ser habitada por la palabra poética, transitar  la transgresión, los dolores, los amores  desesperados, el terror  enfermo del encierro, la ausencia de los hijos y el vuelo sin límite del verso, han sido los espacios, la tierra santa, el infierno de Dante  que habitó la gran poeta italiana, nacida en Milán en el año 1931, Alda Merini.
Alda Merini nació en el seno de una familia humilde, sin embargo, como es sabido por todos, la poesía no tiene discriminación, la poesía jamás señalará como terreno  infértil, la falta de pan o de lumbre, jamás se ha fijado en los calcetines húmedos ni la falta de muebles. Ella, la poesía,  le hablará día enteros sin sosiego, le hablará a Alda, la niña -  poeta, la mujer – poeta, la loca – poeta; dialogará con su  revoloteo enérgico y bizarro, charlará con  su sensibilidad furibunda y  exaltada de extraviado ruiseñor, la poesía nunca abandonará a Alda Merini, ni siquiera en los oscuros pasillos del manicomio donde tantas veces fue devuelta.
La esquizofrenia, el cruce continúo de fronteras,  de temperamentos y estados mentales no impidió que su obra se asentara en el mundo de las letras, nada detuvo a la última poeta considerada maldita al estilo de Rimbaud o Lautremont, ella ha dejado unas de las más profundas, singulares y desgarradoras poesías del siglo XX.
Canto de respuesta
Haber estado en ciertos lugares tristes,
cultivar fantasmas,
como dices tú, atento amigo mío,
no da derecho a creer que dentro
dentro de mí continúe la locura.
He seguido siendo poeta hasta en el infierno
sólo que yo buscaba de Eurídice
la casta sombra y no tengo más palabras...
Ésta, Franco, la tierna respuesta
a tu dilema: yo soy poeta
y poeta seguí siendo tras los barrotes;
sólo que afuera, sin casa y perdida
he continuado a mi pesar el canto
de la tristeza, y dentro de cada flor
de mi voz existe aún la esperanza
de que nada haya sucedido que devaste
mi surco de luz y haya perdido
la verdadera llave que me cierra a la verdad.


Poema: Alda Merini. Milán. 1931 - 2009
Texto: Patroclo de la Barca. Venezuela

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